AUTOR: Janet Queffelec Padrón
El socialismo gana cada vez más espacio en Europa dando paso a gobiernos de centroizquierda en los llamados países nórdicos, en Suecia y Alemania, donde sus economías son fuertes y se mantiene la prosperidad social. La búsqueda de mayor estabilidad y recuperación, especialmente por la pandemia del Covid-19, han movido a los electores a apostar por esta corriente política que ha dado frutos positivos como en Portugal.
Un panorama muy distinto encontramos en América Latina. La obsesiva idea de buscar la permanencia en el poder, el desgaste de los gobiernos y la corrupción son algunos de los factores que han impedido a la izquierda latinoamericana consolidarse en la región.
En Europa los socialistas ganan terreno
De los 27 Estados miembros de la Unión Europea, seis tienen un gobierno de centro izquierda y uno netamente de izquierda (España). Si le sumamos otros 12 países del continente europeo que no pertenecen a esta organización, tenemos que de 39 naciones europeas, 10 presentan gobiernos de centro izquierda y uno de izquierda.
Cabe referir que en Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega y Suecia -conocidos como los países nórdicos- hay gobiernos de centro- izquierda, tras un periodo de más de 60 años en el que esta tendencia política no se arraigaba en la región.
Sus economías presentan elevados niveles de riqueza per cápita, mínimos niveles de desigualdad social y altos índices de felicidad. De acuerdo al Índice Mundial de la Felicidad 2020 de Naciones Unidas, los cinco países nórdicos están en la cima de la tabla, junto a Suecia y Alemania que igualmente tienen gobiernos de centroizquierda.
Hay que mencionar que, aunque estos países presentan registros de elevado bienestar económico y social, sus electores optaron por dejar atrás a gobiernos conservadores para mantener la prosperidad, afectada desde 2020 por la pandemia del Covid-19, por lo que han bajado los beneficios, y garantizar una fructífera colaboración entre el Estado, los empresarios y los trabajadores en aras de una mayor movilidad e igualdad social.
En Finlandia, por ejemplo, la población dio un vuelco hacia la izquierda para frenar la ola privatizaciones, a la vez que piden cambios para un sistema sanitario mixto. Mientras que en Suecia los habitantes criticaron a los gobiernos de derecha por el incremento en la escasez de bienes y el costo de las viviendas.
En Alemania, desde el 8 de diciembre se instauró una coalición de centroizquierda, tras 16 años de la era conservadora de la excanciller Ángela Merkel. Los socialdemócratas, Los Verdes y los liberales formaron una alianza conocida como “el semáforo”, al frente de la cual se encuentra el canciller Olaf Scholz
Otro ejemplo de la izquierda exitosa lo tenemos en Portugal desde 2015, cuando el primer ministro António Costa formó una alianza entre su Partido Socialista con la izquierda más radical, transformando a su nación en un modelo exitoso de desarrollo social y económico, luego de una etapa de austeridad, desempleo y descontento social bajo la administración conservadora entre 2008 y 2014.
En definitiva, en Europa la gente aspira a la recuperación, la estabilidad, la reducción de desigualdades y la garantía a los derechos a la salud, a servicios públicos óptimos y la educación gratuita y de calidad, volcando su interés hacia gobiernos socialistas.
América Latina, sin nuevos liderazgos
Una de las dificultades que atraviesa el socialismo en América Latina, que alcanzó auge a principios de 2000, es que sus líderes, una vez elegidos por voto popular, buscan perpetuarse en la presidencia y para ello fomentan reformas constitucionales que les aseguren la reelección indefinida. Esto, por supuesto, plantea además la incapacidad de la dirigencia en motivar a nuevos liderazgos en la región y demuestra que una vez en el gobierno, la izquierda no está dispuesta a permitir el regreso de los partidos de derecha.
Podemos mencionar a Venezuela, donde el expresidente Hugo Chávez promovió en 2009 un referéndum aprobatorio para una enmienda constitucional que le garantizó una reelección indefinida.
Esta situación ha provocado el rechazo de sectores de la sociedad que ven en esta práctica indicios de un régimen autoritario que busca eternizarse en la conducción de un país, convirtiéndose en una amenaza a los valores democráticos, aunque de manera recurrente se llame a elecciones que igualmente adolecen de legitimidad, como ha sido el caso de Venezuela con las elecciones presidenciales de 2018 convocadas por Nicolás Maduro y que le garantizaron la reelección, aunque los comicios fueron cuestionados por Estados Unidos, la Unión Europea y otros países, así como por diversos sectores de la sociedad por considerarlos ilegítimos.
En el caso de Bolivia, Evo Morales logró la reelección en 2009 y 2014. Dos años después, en 2016, convocó un referendo para la reforma de la Constitución que le permitiera una nueva reelección. Aunque el 51% de los electores votó por el No, esto no frenó a Morales quien logró a su favor una sentencia del Tribunal Constitucional de 2017 que le permitió participar en las elecciones de 2019 para asegurar un cuarto mandato. Este evento electoral desataría en Bolivia la peor crisis política de las últimas décadas con protestas populares y denuncias de fraude. Finalmente, Morales renunció a la presidencia el 10 de noviembre de 2019.
La búsqueda de una presidencia indefinida por parte de dirigentes de izquierda y la falta de planes claros para buscar el desarrollo económico y la prosperidad de la población, han despertado el apoyo a gobiernos de derecha, como el caso de Brasil con la escogencia de Jair Bolsonaro, tras las presidencias de Luiz Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff que estuvieron salpicadas por escándalos de corrupción.
Daniel Ortega en Nicaragua es otro ejemplo de cómo un gobierno que se perfilaba de izquierda se convirtió en un régimen dictatorial. Este país centroamericano que soportó por cuatro décadas -entre 1937 y 1979- la férrea dictadura de la familia Somoza, vuelve hoy a enfrentarse a un gobierno de corte autoritario y represivo. Ortega, que combatió con el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) y fue coordinador de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional de Nicaragua una vez derrocado Anastasio Somoza en 1979, ha sido señalado de dictador hasta por sus excompañeros de armas.
Otro dato a tomar en cuenta es que en América Latina los gobiernos de izquierda se han visto envueltos en tramas de corrupción como en Brasil con Lula da Silva y Rafael Correa en Ecuador, lo que ha restado apoyo a esta corriente política.
Uruguay que vivió 15 años bajo los gobiernos de Tabaré Vásquez y José Mujica, gracias a la coalición del Frente Amplio que aglutinó a partidos de izquierda y guerrilleros tupamaros, vio como en 2020 los electores se decantaron por un gobierno de centroderecha. Aquí, las alianzas que lograron un crecimiento económico y leyes sociales importantes se enfrentaron a un desgaste en el sector educativo y a un incremento de la inseguridad que hizo mella en el apoyo popular.