Autor: Janet Queffelec Padrón
La guerra de Afganistán fue el conflicto bélico más largo para Estados Unidos y el más costoso, tanto en vidas humanas como en recursos. El inicio de esta confrontación está marcado con una fecha, 11 de septiembre de 2001, y fue el comienzo de lo que en un primer momento el presidente estadounidense George W. Bush llamó “guerra contra el terrorismo”.
Ese día, Osama bin Laden, líder del grupo extremista al-Qaeda, coordinó las operaciones desde Afganistán que resultaron en el secuestro y posterior colisión de cuatro aviones contra las dos torres gemelas del World Trade Center en la ciudad de Nueva York; en un terreno de Shanksville en Pensilvania y contra el edifico del Pentágono en Washington. El ataque dejó 2.996 muertos.
Esta agresión marcó hace 20 años la decisión de Estados Unidos de declarar la guerra al terrorismo y es por ello por lo que la administración de Bush habló de un “eje del mal”, en el cual incluyó a Irak, Irán y Corea del Norte.
El hecho llevó a la invasión de Afganistán en octubre de 2001 y el derrocamiento del Talibán que gobernaba el país desde 1996. El desplazamiento de tropas de EE. UU. alcanzó en 2011 a 110.000 efectivos en su pico más alto, sin contar los efectivos militares enviados por la OTAN que culminó su misión en 2014, pero siguió con una presencia de alrededor de 13 mil soldados.
Dos años después de los ataques terroristas, EE. UU. declaró la guerra a Irak, lo que determinó su posterior invasión, con apoyo de los aliados, y condujo a la caída del régimen de Sadam Hussein, quien fue capturado el 13 de diciembre de 2003 durante una operación militar y ejecutado el 30 de diciembre de 2006.
Un día después de su detención, el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, indicaba que la captura de Hussein no implicaba “el fin de la violencia en Iraq”.
“Aún enfrentamos a los terroristas que prefieren continuar matando a los inocentes que aceptar el surgimiento de la libertad en el centro del Medio Oriente. Tales hombres son una amenaza directa para el pueblo estadounidense y serán vencidos. La guerra contra el terrorismo es un tipo de guerra diferente, librada captura por captura, célula por célula, y victoria por victoria. Nuestra seguridad es garantizada por nuestra perseverancia y por nuestra firme convicción en el éxito de la libertad. Y los Estados Unidos de Norteamérica no blandearán hasta que se gane esta guerra”, enfatizó Bush.
Surgimiento del Estado Islámico
Los sucesos de Irak encauzaron el nacimiento del Estado Islámico o ISIS por sus siglas en inglés (Islamic State of Iraq and Syria ), un grupo yihadista fundamentalista y terrorista, calificado como tal por las Naciones Unidas y caracterizada por una particular violencia que llevó a ejecuciones y decapitaciones como parte de una estrategia de limpieza étnica, así como a la destrucción de lugares históricos.
En una entrevista a DW del pasado 11 de septiembre, el historiador alemán Bernd Greiner explicó que el surgimiento del Estado Islámico fue consecuencia de la caída de Hussein y la disolución de su ejército en el año 2003, “lo que dejó a cientos de miles de jóvenes en la calle sin perspectivas de empleo, lo que supone terreno fértil para la radicalización».
Menos privacidad, más control
El conflicto armado en Afganistán estableció las bases de un nuevo concepto de la guerra, la guerra global contra el terrorismo, sin limitaciones geográficas e incluso sin autorización de los gobiernos, lo que ha permitido a EE. UU. participar en operaciones militares en 24 países, en los últimos 20 años.
Sin embargo, estas acciones no han podido frenar la expansión de los grupos terroristas, incluido el surgimiento del Estado Islámico, y los ataques en distintas ciudades del mundo occidental.
Otra consecuencia de la guerra de Afganistán y la lucha contra el terrorismo fue la aprobación en octubre de 2001 de la Ley Patriota en Estados Unidos que condujo a una mayor vigilancia personal con la intervención de llamadas telefónicas, mensajes de texto en los dispositivos móviles y las comunicaciones electrónicas.
Fin de las “guerras eternas”
La firma el 29 de febrero de 2020 de un acuerdo de paz entre EE. UU. y el movimiento Talibán marcó el retiro definitivo de las tropas estadounidenses para septiembre de 2021, a cambio de que los talibanes no permitiesen la operación en su territorio de al-Qaeda ni de ningún otro grupo terrorista que amenazara la seguridad de Estados Unidos y sus aliados.
Es por ello, que los talibanes aceleraron la toma de ciudades en Afganistán hasta la llegada a la capital de Kabul el 15 de agosto de este año y la salida del presidente afgano Ashraf Ghani.
Las declaraciones del presidente Joe Biden, momentos antes que finalizara el retiro de las tropas el 31 de agosto de este año, resumen la estrategia en política exterior de EE. UU. para los próximos años: defensa de los derechos humanos, sin despliegue de fuerzas militares.
Igualmente, EE. UU. prestará mayor atención a la crisis climática y a frenar la expansión de China.
Biden apuntó que, tras la salida de Afganistán, Estados Unidos pone fin “a una era de importantes operaciones militares para rehacer otros países. Los derechos humanos estarán en el centro de nuestra política exterior, pero la forma de hacerlo no es mediante despliegues militares interminables».
Algunos analistas indican que EE. UU. busca concentrar la alianza militar en proteger sus territorios y dejar de enfrascarse en guerras a largo plazo que le genere un alto costo en vidas y recursos, a la vez que no resuelven la situación política en las regiones donde ha intervenido militarmente.
Biden defendió la retirada del ejército de Afganistán, a la vez que manifestaba que estaba en contra de enviar a más militares a lo que llamó una “guerra eterna” por lo que enfatizó que la salida de las tropas fue “la decisión correcta, una decisión sabia y la mejor decisión para Estados Unidos».
“No iba a extender esta guerra eterna y no iba a extender una salida para siempre”, expresó, al tiempo que detalló que en 20 años se registraron 2.400 militares estadounidenses fallecidos y 2,3 billones de dólares en gastos, sin que se alcanzaran lo objetivos y con el regreso de los talibanes nuevamente al poder.
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